Madrid 17 OCT 1982
Con Killing Joke, grupo inglés de tendencia crepuscular, se nos vino encima el realismo en musica. Era en Rock-Ola este fin de semana y era un todo Madrid más o menos joven cuya admiración por tan letales humoristas no ha parado en barras los últimos dos años. El concierto de Killing Joke, sin embargo, estuvo por debajo, tanto de sus presupuestos intelectuales, como de sus posibilidades estrictamente musicales.Y eso sucedió, más que nada, debido a lo lamentable del sonido, en una sala que no suele caracterizarse por semejante fallo. En efecto, la música de Killing Joke posee un carácter que podríamos llamar tribal o, pasando del entorno al sentimiento, de trance. Ritmos munóturios, matizados por la voz y la guitarra, que teóricamente deben impeler a una especie de toma de conciencia visceral, capaz de liberar la animalidad reprimida de forma que logremos conectarnos con un cosmos.
Tal vez lo anterior sea un poco demasiado para un grupo de música moderna. Y ciertamente lo es. Del cacao trascendentalista sobre el que esta buena gente ha construido su trabajo se derivan las virtudes y carencias de ésta. Para ellos "existen reyes y esclavos, arañas hembras que devoran a las arañas macho, grandes señores y seres animalizados, gentes moralmente fuertes y moralmente débiles... Y lo realista es entender esto y que cuando el mundo regurgite (¿mención a una segura catástrofe milenarista?), uno, el individuo, pueda cabalgar sobre esa eclosión". Como quien patina en una tabla de surf, añadiría yo. Como puede percibirse, la teoría esotérica de estos señores (debida sobre todo a Jaz, cantante, y Geordie, guitarra) bordea peligrosísimamente lo que se conoce por nazismo. Dicen ellos que están patrocinados por la masonería egipciaca, que han realizado un recorrido inciático que pasa por el monolito de Glastonbury, los alineamientos precélticos y las líneas de Nazca. ¿Deben ser creídos a pies juntillas? Ni lo sé ni me importa. Sus palabras han de ser conscientes, por cuanto no parecen dichas para salir del paso, y conforman un lenguaje con el cual los esotéricos que en el mundo han sido se sentirán más o menos familiarizados.
La música recogida en sus dos primeros elepés, que fue la practicada en el Rock-Ola, contenía canciones como Sigue al líder, Danza guerrera y otros de ese estilo. Cuando se expuso al público por primera vez, aquello parecía la renovación del rock duro, pero una consideración suplementaria les hubiera relacionado con grupos de tranbe, como los alemanes Can. Claro, si la escuchamos en un teatro, con toda la atención focalizada hacia la bocana del mismo, sus efectos físico-anímicos pueden notarse sin mayores problemas. En un club o un polideportivo, lleno de distracciones e incomodidades, el factor volumen de sonido se convierte en fundamental para reclamar dicha atención. A casi todo el mundo el grupo le gustó como entidad capaz de hacer una gran música, casi todos sintieron la misma decepción con respecto al resultado real de su puesta en escena. Una lástima; ahora es cosa de esperar la llegada de Siouxsie And The Banshees para intentarlo de nuevo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de octubre de 1982 (José Manuel Costa)